Historia personal

No voy a mentir y decir que siempre soñé con ser dentista, soñaba más bien con ser futbolista del Barça, la decisión de estudiar en el campo de la odontología se tomó por defecto; obtuve el bachillerato de ciencias, especialidad en matemáticas, con mención en, el Instituto Lyautey de Casablanca, por lo tanto, tenía todas las puertas abiertas, ay procedí por eliminación; no quería tener un patrón, ni horarios fijos, por lo que necesitaba una profesión como autónomo; hice una short list: abogado, arquitecto, farmacéutico, médico, dentista, comerciante y procedí por eliminación, así terminé en la facultad de odontología; y eso que era la facultad con el acceso más difícil (80 seleccionados de 5000 solicitudes).

Al principio, reconozco que odié haber tomado esta decisión y la lamenté, creo que fue en gran parte por la mediocridad pedagógica del sistema educativo nacional. Cuando llegué a París, empecé a cambiar de opinión, y ya en Nueva York me enamoré, el estar acompañado por los mejores profesores del mundo cambió completamente mi concepción, allí la búsqueda de la excelencia es religión, la exigencia conmigo mismo se hizo cada vez mayor.

De hecho, fueron precisamente la satisfacción de esta exigencia y el deseo de cuantificar la excelencia a la cual aspiro los motivos por los que me lancé el insolente desafío de certificar mi clínica dental con la norma ISO 9001 de calidad. Requirió muchísimo esfuerzo y sacrificio, pero logré este desafío en noviembre de 2012; oficializando así la excelencia.

5 años después, con alguna que otra cana más, la ambición y las ganas de evolucionar me llevaron a plantearme un reto más insolente aún: obtener la famosa triple certificación Calidad, Salud/Seguridad, Medio ambiente), ¡y más teniendo en cuenta que ningún otro médico ni dentista en el mundo (si, ha leído bien, «en el mundo») ha logrado obtenerla!
Hamdoullah, soy oficialmente el primero del mundo que la tiene desde el verano de 2017.

Al inicio de mi formación, a menudo me hartaba la expresión «el arte de la odontología» que no entendía, para mí la odontología era el tratamiento de los dientes, nada que ver con el arte, pero a lo largo de los años comprendí el sentido de esta expresión, y es que, efectivamente, es todo un arte (en miniatura), no se puede alcanzar la excelencia en odontología si no se realiza una obra artística, hay que ser verdaderamente un buen artista para tratar de reproducir una creación divina, sino el paciente no lo aceptaría. Precisamente, la diferencia entre un dentista excelente, un buen dentista y un dentista normal, es que este último sigue considerando que la odontología no es un arte, el segundo si considera que lo es pero no tiene la técnica ni la experiencia necesarias para alcanzar el nivel de obra artística, el primero en cambio es un artista y se exige a si mismo serlo.

También hay una nueva generación de dentistas 2.0 que viven en el país de las maravillas y que piensan que las experiencias en odontología que ven en YouTube se pueden ejecutar en la vida real con pacientes a los que tratan como conejillos de indias.

No pretendo ser el mejor dentista, pero mi ambición es ciertamente convertirme en el mejor…

Prefiero que los hechos y los actos me juzguen por sí mismos.

Dr. Achraf Khadiri